Si lo piensas en frío, Eric Ries, creador de la metodología Lean Startup y considerado uno de los emprendedores más influyentes del mundo, no inventó la pólvora. Pero sí supo cómo hacerla más explosiva. Su fórmula era la siguiente: repetir una y otra vez el mismo proceso, tomando como punto de partida el resultado anterior e ir avanzando en el camino de la innovación. “Cada iteración de una startup es un intento de acelerar su motor para ver si avanza. Una vez que está funcionando, el proceso se repite, mejorando cada vez más sus engranajes”, apunta Ries en su bestseller Lean Startup. Introducir mecánicas iterativas en los procesos de una empresa requiere, además de estrategia, un gran cambio en la cultura organizacional. Se trata de entender la revisión constante como un mecanismo para avanzar y no tanto como un síntoma de que algo va mal, como venía sucediendo en las estructuras más tradicionales.
La iteración que defiende Ries y que forma parte del ADN de la gran mayoría de empresas de nueva creación de base tecnológica, puede —y debe— activarse mucho antes de que la empresa lo sea como tal. El método de iteración es clave para validar ideas, como hacemos en Eleven Lab, así como para diseñar y testar prototipos. Además, su recorrido va mucho más allá de Silicon Valley y sucedáneos: tiene cabida en empresas tradicionales abiertas a asumir nuevas dinámicas desde las que innovar a todos los niveles. Joan Mir, autor, formador, conferenciante y especialista en Marketing Estratégico, acuñó el término plan de negocio iterativo, con el que pretende aunar dos mundos: la gestión seria y rigurosa propia de una empresa tradicional y la apuesta por la agilidad, la experimentación y la iteración continua, presentes en las mejores startups. El resultado es una herramienta dinámica y una hoja de ruta en constante actualización.
La fórmula de Ries era la siguiente: repetir una y otra vez el mismo proceso, tomando como punto de partida el resultado anterior e ir avanzando en el camino de la innovación.
¿Iterar implica dar tumbos?
Para que la iteración no se convierta en una persecución, a toda costa, del éxito, sin una base estratégica y unos objetivos claros, deben entrar en juego tres variables.
Pivotar, el giro de guion
Instagram, en sus orígenes, era un servicio de geolocalización tipo Foursquare. Hoy es la red social visual más influyente del mundo. Groupon, por su parte, nació como una plataforma desde la que organizar manifestaciones y protestas sociales. Hoy es un archiconocido sitio web de cupones y ofertas. Ambos son buenos ejemplos de pivotaje en sus fases más tempranas. Y es que pivotar, a diferencia de iterar, supone introducir un cambio sustancial en la estrategia de negocio. Esto puede venir impulsado por una mala definición del público objetivo, una incorrecta —o insuficiente— propuesta de valor, o un market fit poco acertado.
Por eso, antes de pegar un volantazo conviene tener en mente algunas consideraciones.
Los procesos iterativos tienen cabida en empresas tradicionales abiertas a asumir nuevas dinámicas desde las que innovar a todos los niveles.
Lo que está claro es que innovar exige que nos lo cuestionemos todo y que basemos cada una de nuestras decisiones en datos. A partir de ahí, el grado o la intensidad de los posibles cambios vendrán marcados por las necesidades de la empresa y por la escucha del mercado. Y, si todo apunta a que estamos yendo en la dirección correcta, solo cabe perseverar —sin dejar de analizar—.
Porque volver una y otra vez sobre lo mismo no es síntoma de debilidad sino todo lo contrario.