Quien más, quien menos, estando inmerso en el entorno startup, ha escuchado hablar de “validación”. Un término que está a un telediario de parecerse a “sostenibilidad”. Esto es, este tipo de palabras que por un uso desmedido, excesivo, abusivo o descontextualizado, van poniendo en riesgo su significado más amplio y original.
La R.A.E nos cuenta, muy sucintamente, que el significado del término validación es: “firmeza, fuerza, seguridad o subsistencia de algún acto” (qué maravilla la capacidad tan increíble que tiene la lingüística de condensar algo muy global en una sola palabra). O, lo que es lo mismo, hacer algo lo suficientemente robusto como para permanecer activo.
Después de haber pasado ya un cierto tiempo escuchando y trabajando con emprendedores y startups, he visto que lo que se entiende por validación varía o se pone más o menos en valor según el momento, el contexto o incluso el tipo de solución que tenemos entre manos.
La validación tiene varios momentos que son clave para el desarrollo de un proyecto:
Validación conceptual
Quizá la menos conocida -y la peor tratada-. Siendo, sin duda alguna, la más relevante.
Hay algo que resulta común a cualquier proyecto en fase embrionaria. Si partes de cero, no puedes tener prisa. Y no tener prisa es dedicar un período de calidad a saber si tu solución es una solución real a un problema existente. Y decir eso es decir mucho, porque sin tener la seguridad de que solucionamos un problema, no hay presente ni futuro.
Poner sobre papel las asunciones que das por sentadas, formular tus hipótesis, diseñar un concepto sencillo y validarlo con tus potenciales usuarios, es clave antes de ponerte a pensar siquiera en un MVP. Pero también lo es el conocer las tribulaciones del mercado, al resto de actores que afectan a tu sector e identificar tu propuesta de valor diferencial.
Validación de producto
El famoso MVP. Una vez realizas la primera validación, llega el momento en el que ya puedes validar, por lo menos en parte, el producto y la primera expresión de tu marca. Puede ser un prototipo interactivo no funcional con solo unos flujos diseñados o puedes ya ponerte con el desarrollo no-code o de “bajo-código” para testear de manera más abierta. Lo importante es que lo que sea que te gastes en esta fase, esté orientado a testear el core de tu solución o a conseguir un primer objetivo único, no más. Será ya a partir de tener cierta tracción, leads y/o clientes, cuando podremos pensar en iterar y evolucionar producto o servicio.
Validación continua
O el testeo continuo. Así como el mercado y la sociedad mutan, avanzan o vuelven a la posición de salida, nuestro proyecto debe estar en el mismo mood. Testear iteraciones de producto de manera recurrente, validar futuras funcionalidades o servicios haciendo previamente encuestas, formularios o entrevistas y estar en contínuo contacto con usuarios, es la única manera de saber que vamos por el buen camino.
Validación para nacer, crecer y reproducirse. El proceso es poder. ¡Creamos en el proceso!
En Eleven Lab somos diseñadores de estrategia y trabajamos sobre los proyectos para validarlos, construirlos, escalarlos o reconducirlos. Escríbenos para conocernos y analizar juntos tu caso.