Cuando pensamos en crear un proyecto nuevo o incluso tenemos uno en funcionamiento que no está funcionando todo lo bien que esperamos, es fundamental poner en marcha la metodología del éxito, es decir, Design Thinking, el mindset de diseño utilizado por Google Ventures y, por supuesto, por Eleven Lab, para validar ideas y ponerlas a funcionar.
Pero, ¿en qué se basa exactamente? Lo primero que debemos comprender es que su máxima prioridad es dar importancia al usuario que, en definitiva, es quien va a decidir si quiere o no quiere utilizar nuestro producto o servicio.
En Design Thinking, tienen el mismo peso los usuarios, el modelo de negocio y la tecnología con el objetivo de alcanzar soluciones que sean deseables, técnicamente viables y económicamente rentables.
En base a estos tres conceptos se sigue un proceso en “doble diamante”, en el que se intercalan fases de divergencia, con recopilación de información y generación de soluciones, y fases de convergencia, en las que se acota la información y se seleccionan las soluciones más adecuadas.
Es un proceso no lineal, marcado por la iteración, que consiste en observar, crear prototipos (entendiendo prototipo cualquier elemento susceptible de tangibilizar una idea y enseñar al usuario) y testear, para más tarde pivotar si es necesario. Sin tener en cuenta al usuario, se pueden crear productos tecnológicamente maravillosos que, cuando llegan al mercado, no son lo que el usuario buscaba, o no son accesibles para él o quizá no los entiende. En definitiva, no se consigue el objetivo deseado: el éxito.
Empatía y definición, conociendo al usuario
La metodología consta de cinco fases clave que es fundamental llevar a cabo: empatizar, definir, idear, prototipar y testear. En la primera fase, nuestro objetivo es ponerse en el lugar del usuario, conocerlo y descubrir qué valor está aportando tu idea o proyecto a la sociedad. Se basa en obtener información sobre sus necesidades y deseos para poder aportar soluciones innovadoras que realmente impacten en sus vidas.
En definitiva, poner todos los retos sobre la mesa y dar la vuelta a los problemas de manera constructiva. Observar e investigar al usuario y recopilar toda la información posible es fundamental, ya que debemos entender lo que es verdaderamente relevante para él.
Entre las herramientas a utilizar en esta fase, destacan el shadowing (entendiendo shadowing como la técnica que permite observar en la sombra a un usuario), mapa de actores, entrevistas o benchmark. El benchmark consiste en analizar lo que hace la competencia, recogiendo sus “best practices”: qué hacen en redes sociales, cuál es su propuesta de valor, si han cerrado rondas de financiación, cómo monetizan o cuál es su modelo de negocio.
De esa manera, podemos replicar lo que les funciona y trabajar sobre los retos o problemas que parece que tienen.
Posteriormente, en la fase de definición, se crean las hipótesis. Hemos obtenido mucha información de la fase de empatía y ahora toca interpretarla, detectando patrones de conducta que nos ayuden a extraer los insights y oportunidades para solucionar los problemas de nuestro producto o servicio.
Tras la creación de esas hipótesis, generaremos los focos a partir de los cuales podemos crear soluciones y construir el reto creativo, al que posteriormente daremos forma en la fase de ideación. Para centrarnos, es fundamental entender las razones que nos han llevado a dichas hipótesis, el porqué de las necesidades del usuario y cómo podemos mejorar lo que ofrece el mercado en la actualidad.
El 45% de las empresas no tiene una estrategia concreta, no realizan recogida de datos y desconocen lo que necesitan y hacen sus usuarios. Es fundamental poner orden y estructura a nuestra creatividad, lo que nos permite priorizar y trabajar mejor en la fase de ideación.
Ideación, poniendo solución a los retos
Para idear, debemos empezar por asentar nuestros conocimientos y así crear soluciones para los retos que nos hemos encontrado. Anteriormente, hemos recopilado toda la información que nos ayuda a comprender al usuario. Ahora toca ponernos en marcha para cubrir sus necesidades y deseos con un proceso puramente creativo, pensando en mil y una soluciones novedosas y disruptivas.
Un brainstorming o lluvia de ideas nos ayudará a lograr cantidad y variedad de ideas que solucionen los problemas identificados. La ideación termina con la selección de conceptos a prototipar, según su factibilidad técnica, viabilidad económica y deseabilidad por parte de los usuarios.
Prototipar y testear, llega la hora de la verdad
Después de pensar, llega el momento de hacer y tangibilizar las ideas priorizadas en la fase anterior. Se trata de eso, de crear un prototipo que tengamos en poco tiempo y podamos testear en el mercado, no de estar cientos de horas programando una aplicación.
Por tanto, el testeo tendrá como objetivo validar las hipótesis que habíamos definido durante las primeras fases. Es decir, volveremos a extraer información sobre las necesidades de los usuarios e indagaremos en cómo los conceptos generados las satisfacen o no, para identificar posibles mejoras o cambios.
En esta fase son fundamentales las entrevistas o tests con usuarios que formen parte del público objetivo: el denominado “user persona”. Además, se pueden hacer campañas en redes sociales con mock ups o pequeños diseños en las que testamos el apetito que hay en el mercado.
En definitiva, en todo el proceso de Design Thinking, la máxima más importante es la escucha. Queremos comprender al usuario, que es el que está en el centro de todo. Por tanto, debemos estar convencidos de que no estamos vendiendo, sino entendiendo sus necesidades, de manera que, nuestra mejor arma siempre será preguntar para empatizar, conectar y llegar a él.
Porque, solo de esa manera, podrás crear algo que busque, necesite, use y compre.